María García Rodríguez
El objetivo de este artículo es la descripción de los personajes maternos de la obra de María Teresa León mediante el análisis de los mismos, así como del contexto histórico y las características sociales que los rodean como son la guerra civil y el exilio.
La situación de la mujer en España había mejorado notablemente durante la Segunda República. No obstante, seguían teniendo vigencia diversos mecanismos de control social sobre la mujer como es la construcción social de su género. Así, las mujeres, condicionadas por el código social que supone ser «mujer» han sentido una presión social hacia la maternidad, es decir, son las circunstancias sociales las que influyen en que la decisión de ser madre dentro de un patriarcado no sea del todo libre. Esta presión social se va a manifestar sobre todo por la creencia de un supuesto «instinto maternal» planteado como un suceso biológico, pero también como un escape hacia la soledad del hogar.
Nancy Vosburg en «El tapiz de una vida feminista: María Teresa León» comenta que:
León no rechazó rotundamente la ideología de la domesticidad, es decir, el papel de la mujer como madre y esposa, pero sí amplió sus límites con el rechazo, por medio de su activismo político y su voz literaria, de la restricción de la labor femenina a la esfera privada (Vosburg, 2005, p. 254).
No obstante, la autora, sí era consciente del problema y supo que debía denunciarlo mediante la creación de personajes femeninos que sufrieran todos estos problemas. Así, María Teresa León alude a la liberación de la mujer y elabora una crítica a la sociedad patriarcal.
Irene Muñoz Cerezo en su trabajo «Maternidad e identidad femenina en María Teresa León» resume las tipologías maternas que aparecen en los personajes femeninos de la autora:
En cuando al reflejo que la maternidad tiene en su obra, un lugar fundamental lo ocupan las mujeres cuya maternidad se ha visto frustrada y que ven truncado su desarrollo personal en una faceta que consideran fundamental en sus vidas, a las que María Teresa León compadece. Asimismo, también aparecen en su obra otras presencias maternales muy importantes: por un lado, las madres frente a la guerra y la miseria, que suelen mostrar una actitud combativa y desafiante; (…) y, derivada de la anterior, las madres de personajes históricos a las que María Teresa rescata, que se encuentran olvidadas y que ve como parte fundamental del desarrollo vital de sus hijos, es decir, como elemento necesario para que estos alcancen la posición social o el éxito.
(Muñoz Cerezo, 2016, p. 25).
Carmen Domínguez en Construcciones culturales de la maternidad en España establece un contraste entre las dos tipologías de madre más empleadas en la literatura: «la madre arpía cuya única dedicación es fastidiar y humillar a su hijo» y «la generosa completamente entregada a su hijo en quien deposita el sentido de su propia vida» (Dominguez, 2006, p. 16). Sin embargo, puede ocurrir también que se produzca una simbiosis entre estas dos tipologías. Estas madres pueden actuar de manera tediosa con sus hijos pareciendo que su intención es martirizarles; no obstante, esto ocurre precisamente porque al entregar en ellos el sentido de su existencia se produce una obsesión con mantenerles con vida a toda costa llegando a ser muchas veces egoístas. Esto se puede resumir en un fragmento que pertenece a la obra Dos guiones radiofónicos, concretamente en «La historia de mi madre» :
HIJA. ¿Entonces dispones de mí? ¿Soy una hija o un muñeco?
MADRE. Las dos cosas
HIJA. (Llorando a gritos) (…) No nos puedes tener atados a tu cariño. Hay cariños que matan. El tuyo es tan grande que nos reduce a nada, a nada. (León, 2003, p. 302).
Se describe una antítesis entre la madre egoísta cuyo objetivo es buscar el martirio de sus hijos, y la sacrificada que está completamente entregada a la felicidad de los mismos. Por consiguiente, esa búsqueda constante de la felicidad de sus sucesores mediante el sacrificio, irónicamente, hará que sus hijos sufran por esa falta de libertad y esa constante coacción. Tanto es así que la hija se está sintiendo como un simple títere cuyos hilos son manejados constantemente por su madre. No obstante, todo está justificado mediante ese amor maternal inmenso.
Nuevamente esta idea queda expresada en la misma obra de esta manera: «Es que una madre no puede conocer la frontera entre el ridículo al que puede llegar su amor materno y ese amor, hecho todo él, como las alas de las mariposas, de una materia impalpable» (León, 2003, p. 292), donde se evidencia la propia conciencia materna de ese sentimiento infinito, pues la misma madre está afirmando que el amor maternal es algo intangible que se escapa de cualquier racionalización.
Asimismo, en la otra pieza incluida en Dos guiones radiofónicos, «La madre infatigable», cuya protagonista es la madre de Don Miguel de Cervantes, María Teresa León deja entrever la idea de que la sensibilidad materna es una constante histórica, siendo esto la base que nos servirá para poder establecer unas características comunes en estos personajes femeninos de las Madres:
M. T. León.— ¿No les impresiona a ustedes mis queridas amigas oyentes, el pensar que desde hace tantos siglos hay un sentimiento que no tiene variación y ha resistido a todos los cambios? Si pensamos que la inclinación maternal, con todas las características de sacrificio y defensa, ha acompañado toda la historia del hombre, nos llega a parecer poca cosa este homenaje que hemos de rendirle.
(León, 2003, p. 273).
Se mencionan las características principales que la sociedad consideraba que debía tener una buena madre: «sacrificio y defensa». La mujer que deja de ser mujer para ser únicamente madre debe satisfacer la idea de maternidad que era compartida por la sociedad, por lo que debía cumplir una serie de características. Es por este motivo por el que estos requisitos que se deben cumplir no se limitan únicamente al ámbito privado, sino también al público, pues si no se cumplían eran juzgadas.
Posteriormente vuelve a hacer énfasis en este asunto de la maternidad como un hilo conductor en la historia, que nos permite establecer una generalidad sobre el sentimiento materno: «¡Cómo puedes pensar eso, hija mía! ¡Si a ti te pasará lo mismo! La historia de las madres no cambia. Es un collar de amor que vamos transmitiendo y llega de tan lejos que nadie ha podido encontrarle la primera perla». (León, 2003, p. 282).
Sin embargo, al afirmar que la situación de las madres no ha cambiado desde el principio de los tiempos puede evidenciar que la autora considera, efectivamente, el instinto maternal como algo ligado a lo biológico y, por lo tanto, a la condición de mujer como sexo y no como género construido socialmente. Es decir, está perpetuando lo que la sociedad enseña a las mujeres desde el momento que son consideradas como tal: el instinto maternal es algo de lo que no se puede huir. Así se lo enseñará esta madre a su hija para seguir perpetuando esta situación de por vida, pues la educación conservadora que recibían las mujeres provenía de la madre, que a su vez había recibido, de la misma manera, esa educación moralista.
En esta otra cita de La historia de mi madre se aprecia cómo la condición de madre es un sufrimiento continuo debido a que se sufre antes de tener hijos por el deseo de tenerlos; o por no poder tenerlos, se sufre durante el parto y se sufre en vida por su protección y su bienestar:
MADRE. ¿Y dejarme? Sí, Miguel, si el destino de todas las mujeres que tenemos hijos es igual… Los criamos, les salen a los hijos plumas y alas con las que inocentemente no habíamos contado, y allá se nos vuelan hacia lugares a donde no podemos seguirles, unas veces por prudencia y otras… (León, 2003, p. 279).
Debido a toda esta sobreprotección aparece una obsesión por la muerte, estas Madres vivirán eternamente obsesionadas con la preocupación en torno a la muerte del hijo, pues si pierden esa preciada posesión perderán lo único que les otorgaba sentido a sus vidas. Todo esto aparece de manera más creciente, como es lógico, en los tiempos difíciles de conflictos bélicos y se ejemplifica a la perfección en los cuentos sociales de María Teresa que tratan la guerra.
Gregorio Torres Nebrera recopila algunos cuentos de María Teresa León que nunca han sido recogidos en colección en «María Teresa León: cinco cuentos recuperados». Aparece aquí «De muerte a muerte» donde una madre se enfrenta a la espera de que los soldados vuelvan del frente de batalla. Ya desde el título se puede apreciar la temática, la vida de una madre en la incertidumbre de la guerra no hace más que ir de una muerte hacia otra.
Todas las vecinas se reunieron en la cocina de la madre mientras «Guinda» acababa de dominar aquellos pies callosos. «Criar hijos ya se sabe que es penar». «No se aflija; algunos soldados vuelven». (…) La madre, al comienzo de la visita, aguantó con esa gentileza campesina que se acentúa los días de pésame; al final, dio un respingo: «Que vuelven, que vuelven… Si fuesen todos los que tienen que ir, volverían antes». «Si lo dice por mí, aún los tengo pequeños». «Sí, pero tu marido en la taberna, el día y la noche».
(Torres Nebrera, 1996, p. 499).
Es la propia madre la en esa afirmación tajante es consciente de la situación del sufrimiento que supone la maternidad. Aparecen también los denominados «días de pésame», la muerte no había llegado aún, pero solo la marcha del hijo del hogar familiar ya es motivo de luto, pues se podía predecir cuál iba a ser el destino del joven. Se aprecia además que la situación de la vecina es distinta a la de la madre, pues esta le recrimina que sus hijos no están en la guerra. Por este motivo aparece una pequeña pelea entre estas mujeres por ver «quién sufre más», la vecina sí tiene a sus hijos en casa y no en la guerra, sin embargo sí presencia la soledad del hogar porque su marido está todo el día en la taberna. Se distinguen de este modo los roles de género impuestos, la mujer en el hogar, mientras que el hombre sí podía aparecer en la vida pública.
En otro cuento, «De la vida cruel» donde una madre, que ya ha perdido a un hijo, teme la pérdida de otro de sus hijos, Carlos, que ha tenido que dejar la casa para enfrentarse a la guerra. Lola, esta madre, vive con la incertidumbre constante de no saber en qué estado se halla el hijo en la guerra, hasta que finalmente recibe la noticia de su muerte. Sin embargo, a pesar de la preocupación, la esperanza no cesa. Ella relee las cartas de su hijo consiguiendo así sacar las ganas de vivir:
Una ráfaga de desesperación aleja momentáneamente a los tristes, pero la evocación de Carlos es una caricia para sus frentes calenturientas. Y el recuerdo tranquilo de los triunfos del cadete, que en sus cartas les comunica su optimismo del vivir, sustituye los negros nubarrones con el ansia de seguir aquel camino que ante ellos se abre, como la prolongación y desquite de su vida de sacrificios.
(Torres Nebrera, 1996, p. 487).
Aparece «su vida de sacrificio», de nuevo como característica inherente a las madres que sufren toda su vida por sacar a los hijos adelante. Lola no solo relee las cartas, sino que ojea los periódicos con la misma desesperación: «Todos los días los periódicos son devorados con impaciencia por Dolores; todo está en calma allá. Mas el corazón de una madre está escuchando siempre el paso de la bala traidora, la venganza del paco que acecha» (Torres Nebrera, 1996, p. 488).
Los sentidos de la madre siempre estarán puestos en los hijos, aparece de nuevo el instinto maternal que todo lo puede, que todo lo siente y que detecta el peligro al que están expuestos los hijos, hasta que, finalmente, conoce la desoladora noticia:
Y cuando el nombre de su hijo tiembla entre las palabras de consuelo, le nubla la vista la emoción, sus dos manos torturan la frente llena de amarguras, que se petrificaron en surcos, y cae sobre una silla con frío en el alma que desea la muerte. El viejo coronel siente el cosquilleo de una lágrima y piensa en el suyo que también allá quedó y sin saber dónde. La tristeza les une, un abrazo les acerca borrando disciplinas. ¡Valor! Sí, pero, ¿y ella?, ¿y la dulce compañera de su vida? Él es soldado y tiene que aparentar rudeza exterior; él, en su código de honor, prefiere tener un héroe muerto a un vivo cobarde. Pero, ¿y ella? Tanto sacrificio, tanto sufrimiento para sacar adelante aquel hijo, para hacerlo hombre, con tanto mimo, cuidado, y ahora…
(Torres Nebrera, 1996, p. 489).
Además del inmenso dolor que sufre la madre, se aprecia en este fragmento cómo el dolor materno y el paterno nunca estarán al mismo nivel, pues sobre la madre recae toda esa presión social que no reincide en los padres. Así, se percibe cómo están socializados de distinta manera los conceptos de «paternidad» y «maternidad». El coronel, para no ver en entredicho su masculinidad no puede llorar su pérdida, pero de la misma manera, para que no se cuestione tampoco la masculinidad de su hijo prefiere verlo muerto antes que rendido en la guerra. En cambio, el amor materno está por encima de todas esas cosas y del qué dirán. Finalmente, en la última parte del fragmento se refleja cómo él mismo es consciente de esta diferencia social que existe entre la maternidad y la paternidad, pues se refiere al sacrificio y el sufrimiento que sabe que ha tenido la madre, pero él no.
De nuevo refiriéndonos a las «madres históricas» —ya se ha mencionado a la madre de Miguel de Cervantes en «La madre infatigable»—, María Teresa León se impone a lo establecido y piensa que es momento de darle otra perspectiva a la historia que siempre se ha contado sobre el Cid Campeador. Surge así Doña Jimena Díaz de Vivar. Gran señora de todos los deberes (1960), una novela que se proyecta sobre lo autobiográfico, pero que funciona de reflexión hacia tres cuestiones principales: la mujer, el destierro y España, en un intento por retratar también la sociedad española del momento y los problemas por los que tenían que pasar las mujeres de la época que, como ellas, habían sufrido también el exilio (Castillo Robles, 2013).
En esta obra aparece un personaje femenino que, por un lado, es autodeterminada por ella misma, pero, por otro, llena del sentimiento de la soledad, que se manifiesta en dos vertientes, por un lado la soledad del amor, y por otro, del sentimiento de lejanía del hogar.
La propia María Teresa en sus Memorias de la melancolía lo deja claro:
No sé por qué pienso en aquellas mujeres a quienes la ausencia de sus hombres de España había dejado en tanta soledad como a Doña Jimena, desolada y triste, en medio de Castilla dejó el destierro del Cid Campeador (…) ¡Cuántas mujeres españolas se quedaron así una mañana cualquiera de su vida cuando los hombres se dispersaron! (…) Por ellas, cuando fui escribiendo la vida de doña Jimena Díaz de Vivar, sentí junto a mí a las mujeres de mi casta para que las escuchasen. Siempre ha ocurrido igual, ¿comprendéis? (…) En esta dispersión española le ha tocado a la mujer un papel histórico y lo ha recitado bien y ha cumplido, como cumplió Doña Jimena, modesta y triste.
(León, 1999, p. 430).
Desde una perspectiva de sororidad vemos como María Teresa León se identifica con todas esas mujeres españolas que, al igual que Jimena, tuvieron que sufrir tanto la pérdida del marido en la guerra o el exilio. Se puede apreciar en su discurso también, cómo están arraigados en su conciencia los roles de género impuestos para los hombres y las mujeres, los hombres tienen por deber salir a la guerra mientras que a las mujeres les toca esperar y cumplir su papel de la mejor manera posible, con angustia, pero sin quejarse: «modesta y triste».
En un fragmento de Doña Jimena Díaz de Vivar. Gran señora de todos los deberes se evidencia que durante los tiempos de la guerra civil se hacían más latentes los motivos de la preocupación por los hijos, pues es lo único que le quedaba a las madres que se quedaban eternamente esperando a que sus maridos volvieran del campo de batalla. Asimismo, se hacía más evidente del mismo modo la soledad de la casa familiar que se comentaba anteriormente, razón por la que muchas mujeres se veían obligadas a tener hijos para no vivir en la nostalgia del hogar vacío:
Solo quedó a la mujer el imperio del frío, atereciendo a su sabor las cobijas. Algunas, las afortunadas, durante la noche abrazan a los hijos y les echan el vaho con su boca, que a veces vuelven para calentar al recental sin madre o a la cabra que se les muere. Pero ¡qué sin consuelo se les van los ojos por los techos de la memoria a estas mujeres de la soledad!
(León, 2004, p. 81).
Por último, en una de sus obras teatrales Huelga en el puerto, se pone de manifiesto nuevamente la dura espera de las mujeres cuando los hombres de la casa deben partir a jugarse la vida en la guerra. Esta es una obra de carácter social donde se pone de manifiesto la conciencia de clase y la ideología comunista animando, también, a las mujeres a formar parte de la revolución.
En este fragmento una mujer reflexiona que no solo tienen suficiente con perder a sus maridos y vivir en la incertidumbre de no conocer su estado ni su paradero, sino que viven con el miedo de que esa situación vuelva a vivirse con alguno de sus hijos, siempre varones, por supuesto, pues las hijas debían sufrir también la espera en casa porque se consideraba que no tenían la fuerza o valentía necesaria para el combate.
MUJER CINCO. Cállate. No habléis así a los hombres.
MUJER SEIS. ¿No debemos hablarles? Ellos están en sus cosas, lejos, ni saben lo que ocurre entre las cuatro paredes de su casa. Siempre solas, pensando que nuestros hijos también se irán. «Cállate, tú qué entiendes de eso». Y los hijos se marcharán al mar, a la mina o al puerto. Me da miedo que crezca, que mire los geranios del patio. Se irá, aunque venga a comer por las noches.
MUJER SIETE. Pero yo te digo que no tienes razón. Escúchame. Yo soy obrera. Hay que saber ser la mujer del obrero, la madre del obrero. Los hombres luchan, pero no para guardar lo que consigan: eso será para vosotras. Para todos, se acabará el hambre, los niños descalzos.
(León, 2003, p. 89).
La dura vida de los hombres consiste en irse a luchar a la guerra, sin embargo, el papel que le queda a las mujeres tampoco es nada fácil, pues ocuparse de la casa durante la incertidumbre y la angustia también es una tarea bastante compleja. En este otro fragmento de la misma obra leemos:
LA CRIADA. ¡Envidia, envidia que cría tiña!
LA MUJER DEL CAPACHO. ¿Yo?
LA CRIADA. ¡Pues claro, porque no tienes donde reposar tu vientre, siempre con recuerdos de alguno!
LA MUJER DEL CAPACHO. (Desconcertada) ¿Yo?
LA FRUTERA. ¡Naturalmente! Tu marido no trabaja y tú pares.
(León, 2003, p. 78).
Se percibe otra vez la competitividad entre las mujeres, pero esta vez se produce un cambio en los roles de género, pues es la mujer la que además de dar a luz y cuidar a los hijos debe también trabajar. Esto es motivo de burla para el resto de mujeres del pueblo, pues desde que una mujer se salía de su rol era duramente juzgada. Le recriminan tener envidia de que su marido tampoco cumpla con el rol establecido. Sin embargo, en lugar de revertirse los roles, lo que sucede es que es la mujer la que está cumpliendo los dos a la vez debido a que era menos impactante ver a una mujer trabajando que a un hombre llevando las tareas del hogar y el cuidado de los hijos. De este modo, ellas sí ocupaban el espacio público, pero, por supuesto, nunca dejando de lado las responsabilidades del espacio privado que le corresponde según su rol de género como mujer.
Para finalizar hemos tomado una cita de Adrienne Rich de su obra Nacemos de una mujer: la maternidad como experiencia e institución: «Yo estaba obsesionada con el estereotipo de la madre cuyo amor es “incondicional”, y por las imágenes visuales y literarias de la maternidad como una identidad unívoca» (Rich, 1996, p. 59). En conclusión, apoyándonos en esta declaración y sumando las afirmaciones de María Teresa León en las que se refiere a la maternidad como un universal histórico que permanecerá y que existe desde siempre, se puede proponer un arquetipo del personaje de Madre en la obra de la autora en el que el contexto social propicia las circunstancias sociales y las características que conforman al personaje femenino, que alberga un concepto patriarcal de la maternidad motivado siempre por el inmenso amor maternal.
Asimismo, otro aspecto fundamental es considerar el instinto maternal como un concepto creado para relegar a las mujeres a la mera función de la reproducción, en tanto que estos personajes no tienen condición de mujer, sino de esposa y madre. Por lo tanto, se está utilizando la maternidad como conductor del conflicto de las obras aprovechando la universalidad de esta, pues es algo que es compartido de manera general, sobre todo cuando en esta época la gran mayoría de mujeres eran madres. En definitiva, se ve el inmenso amor maternal que las madres dan a sus hijos, a pesar del gran sacrificio que han tenido que sufrir durante toda su vida para sacarlos adelante. Las mismas madres son conscientes de que esta adoración se encuentra por encima de cualquier otro tipo de amor, y todo esto se acrecienta en tiempos difíciles para la sociedad española como es la guerra civil, así como las circunstancias que propician al exilio. Por todo esto, el dolor de la incertidumbre es, muchas veces, más angustioso que la propia pérdida, sobre todo si se añade la condición del exilio, en el que además estos personajes añoran el hogar familiar, pero al final todo se reduce simplemente a que «tu marido trabaja y tú pares».
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Bibliografía
León, M. T. (1999). Memoria de la melancolía. Madrid: Castalia
___ (2003). Dos guiones radiofónicos. En Obras dramáticas y escritos sobre teatro. Madrid: Asociación de directores de escena de España.
___ (2003). Huelga en el puerto. En Obras dramáticas y escritos sobre teatro. Madrid: Asociación de directores de escena de España.
___ (2004). Doña Jimena Díaz de Vivar, Gran señora de todos los deberes. Madrid: Castalia.
Castillo Robles, M. J. (2013). «María Teresa León y Doña Jimena, Mujeres de España». En Revista Semestral de Iniciación a la Investigación en Filología. Vol. 9. (ISSN: 1989-6778), 17-41.
Muñoz Cerezo, I. (2016). Maternidad e identidad femenina en María Teresa León. Universidad Complutense. Madrid.
Ramblado-Minero, M. y Freixas, L. (2006). Construcciones culturales de la maternidad en España. Alicante: Centre D’Estudis sobre la Dona, Universitat d'Alacant.
Torres Nebrera (1996). «Cuentos olvidados de María Teresa León». En Armario de estudios filológicos XIX. (ISSN 0210-8178), 485-512.
Rich, A (1996). Nacemos de una mujer: la maternidad como experiencia e institución. Madrid: Cátedra.
Vosburg, N. (2005). «El tapiz de una vida feminista: María Teresa León». En Literatura y feminismo en España (s. XV-XXI), p. 241-246.
María García Rodríguez
María García Rodríguez es graduada en Español: Lengua y Literatura por la Universidad de La Laguna. Cursó el Máster en Teatro y Artes Escénicas de la Universidad Complutense de Madrid. Sus líneas de investigación son las teorías feministas aplicadas a los estudios literarios y la creación femenina en la literatura española del siglo XX. Ha participado en el libro 20 escritoras canarias del siglo XX con un artículo sobre Isabel Medina.